¿Se mide la ignorancia en falta de estilo o de
argumentos? ¿Se justifica un acercamiento al ignorante basado en fines
iniciáticos o demostrativos? El deber nos imanta, y emprendemos ciertas
aventuras pedagógicas. A la vez, enfrentamos la crítica fraterna, que no
comprende nuestro afán catequista. “¿Cómo pretender opinar entre componedores
tan elementales?”
Otros
reproches: no se nos ha otorgado certificación para medir a la cofradía, no
valemos lo que pretendemos, sólo miramos los aspectos negativos, etc.
Podría
conceder algunas limitaciones y falta de perspectiva, pero contra tanta
obviedad…
Entras al
recinto y tu sentido humanitario despierta: Torpeza, falta de oficio, mal
gusto, sensiblería, carencia de referentes y lecturas, pobreza conceptual.
¡Supresión de identidad!
Pero si
llamas ignorante al ignorante, cúbrete a tiempo porque será minucioso el
alegato de defensa que derramará sobre ti.
Como si
fueras un código malicioso que ha procurado adentrarse en el programa oficial.
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