Otro de los privilegios
que nos regala este declive
(porque decir madurez
es un eufemismo)
es el conocimiento de la palabra
justa; y más: no sentir
remordimiento cuando
la aplicamos allí donde
se precisa.
En la ingenuidad, en
nuestra etapa de orfebrería
hubiéramos situado
el aborrecimiento
bajo el toldo del despecho.
Pero ahora
este declive nos premia
con el placer de tacharolvido
y calmar la sed quirúrgica
que la Preceptiva nos vedó
desde siempre
para llegar a la pulcritud
de la idea
y escribir entonces:
extirpación,
erradicación,
arrancamiento…
que nos regala este declive
(porque decir madurez
es un eufemismo)
es el conocimiento de la palabra
justa; y más: no sentir
remordimiento cuando
la aplicamos allí donde
se precisa.
En la ingenuidad, en
nuestra etapa de orfebrería
hubiéramos situado
el aborrecimiento
bajo el toldo del despecho.
Pero ahora
este declive nos premia
con el placer de tachar
y calmar la sed quirúrgica
que la Preceptiva nos vedó
desde siempre
para llegar a la pulcritud
de la idea
y escribir entonces:
extirpación,
erradicación,
arrancamiento…
© Manuel Sosa
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