Desde lejos, desde mi propia comarca quizás, alguien
me imaginará rodeado por la maquinaria implacable con que se destila una guerra
conceptual: habitación abarrotada de cables noticiosos, ordenadores que
centellean, voces de mando, tráfico de escribientes y correctores; y dominando
el campo de batalla, el tecleo incesante de los mecanógrafos. Espacio y tiempo
comprados por otro poder, el stylus al
servicio del enemigo de siempre. Así me tendrá que ver la familia, que
intentará disculparme, alegando que fui un incomprendido, que un poco de
paciencia hubiera bastado para retenerme. Ellos se atrincheran y yo lanzo
volantes desde los aires, más allá del “espacio limítrofe”. El cuestor de
Poderes ha terminado siendo su intérprete, en la otra orilla.
Si me
pidieran escribir la ficha, el résumé,
si me pidieran alejarme y hacer un retrato fiel del legionario, dejaría algo
así:
a) Su
obsesión es comprender y luego desentenderse, porque el conocimiento es inútil
si se pretende aplicar de manera didáctica. Comprender y callar, avisa el dios.
b) Ha indagado
menos de lo que prefiere, pero algunas de sus pesquisas han resultado muy
dolorosas.
c) Admite
que buscar un estilo es perder el estilo que ya estaba, el don natural.
d) Prefiere
mirar a enemigos y amigos por igual, en la neutralidad del conocimiento.
e) No sabe
el significado de la palabra “requebrar”.
f) Ha
aprendido que ningún gobierno es redimible, y que todo proyecto social parte de
la anulación del individuo.
y g) Su ojo
crítico lo mantiene alerta, alimenta el cinismo que necesita para sobrevivir.
Pero si
tuviera que simplificarlo, bastaría admitir que la escritura es su tarea ciega,
dictada por las fuerzas de lo inconveniente: el voto en contra, la tos en la
sala, la prolongación del grito, la silla rechinando, el espectador que se levanta
antes de que caiga el telón. El Poder no teme al estrépito y la
grandilocuencia, sino a los actos sencillos y cotidianos: una mujer que escribe
a so-las, un oidor que no concilia el sueño, alguien que prefiere actualizar el
diario en secreto. La persistencia del individuo, esa es la campaña feroz a la
que tanto temen.
© Manuel Sosa
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