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miércoles, 5 de abril de 2017

Cartografía utilitaria

Y tenía que venir el tiempo en que una brújula fuese el arma predilecta: para realzar o para sepultar. Lo sabe quien lleva su bitácora al día, tratando de establecer su feudo a toda costa. Le asedian preguntas que quizás no puedan ser respondidas de antemano: ¿Bastará la asiduidad como garantía de permanencia? ¿Será más gratificante el esfuerzo de la escritura sumamente meditada, donde subyazga alguna teoría, un par de aforismos, algún trozo memorable?
   El auditorio dicta, pero a la vez necesita referentes fáciles. Y cuando un referente se impone, por las atmósferas que recrea (y crea) o por el hito que represente en la hora que más se le necesitó, es bien difícil recusarle. Un producto de masas, revista, diario, emplazamiento. Ahora también libretas de apuntes, dear diaries, papelitos. Llega así ese producto, atavismo o esmalte, pero algún día se llenará de sombras. Para sobrevivir tiene que aparentar flexibilidad. Se hará dinámico. Como los antiguos colaboradores se han cansado, se otorgará crédito a los que demuestren más osadía. Luego tocará el turno a las apropiaciones; que no parezca que una idea fue traída como parche irremediable; que no parezca dictada por las circunstancias. Ahí aparece entonces el Mapa, y una pluma fulgente que subraya las atracciones.
   Saber disimular las jerarquías significa “haber llegado a dominar las retóricas”. Todo redactor que se respete sabe de civilidad: aupar con un marcador y apuñalar con otro. Es una lástima que nuestros antagonistas no sepan discutir yendo a la médula de la porfía. Al usar una dimensión particular, y atiborrarla de argumentos, se igualan al escribano ruin que acecha y golpea desde la penumbra. En lugar de reconocer su miseria, se envuelven en la sonoridad de turno. Decididos a no gastar avenencias, ensayan la mordacidad. Sabiéndose tardos, procuran lo ecuménico por conveniente.
   Dada la efectividad del método cartográfico, los émulos menores se apresuran a hacer lo mismo. Diseñan sus propias guías de laberinto, y casi que jerarquizan esas enumeraciones: fondeaderos donde soltar el ancla, oasis donde el aguarrás es otro sustituyente, mostradores donde las chanzas vienen del cantinero y no del parroquiano. En fin, que todo el mundo tiene algo que decir y algún espejismo que señalar.
   Yo quisiera decirles que lamento tanta ironía corriente. Que lamento tanta sabiduría primordial. Y que la carta de navegación les sienta bien: un papel todo ajado, que sigue flotando en el sumidero, y no tiene la decencia de hundirse.

© Manuel Sosa

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