“En un primer nivel básico, de pura perspectiva
visual, se encuentran la ranura, la hendija, la hendidura. El ojo y el cuerpo
van allí, se aposentan allí, separados (y al mismo tiempo involucrados en lo
que sucede) de un acontecer misterioso.”
“Los poemas lustran y fijan, en su mayoría, el
contacto terrible y bello con lo impreciso, o acaso con lo que se esconde para
que después se revele.”
“Él atraviesa las estaciones del cuerpo, los ciclos
del intercambio sensual con los otros, a sabiendas de que al final algo (¿el
alma?) podría salvarse.”
“Cuadros que se alejan y se acercan. El muchacho de
los sauces, por ejemplo, es una metáfora clásica, o de sabor clásico; podemos
verla en libros muy antiguos, en los albores de la poesía occidental, pero
también podemos oler al muchacho, sentir la presencia de su languidez, la
ligereza de su andar y el peso casi inclemente de su mirada.”
“Por las ranuras del mundo el poeta atisba y alcanza
a ser un voyeur del espíritu; cuece su curiosidad, o su hambre de saber, como
si fuera imperioso practicar una inquisición desolada, inflexible (por
despierta), sin letargos anestésicos, de modo que el resultado se aproxime
siquiera a una certeza viva; me refiero a un amor casi dolido, que crece en su
propia estupefacción, en su extrañeza, pero que fertiliza lo real de acuerdo
con la idea que él tiene de lo real.”
“[El poeta] fija entonces los ojos allí, largamente,
hasta arrancar algunos secretos; el objeto se reblandece, se lubrica, acepta la
entrada de la metáfora como en una posesión muy intensa”.
(Búsqueda
y captura a cargo de: Manuel Sosa)
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