Enumerando derrotas: así también confirmamos
que alguna espontaneidad sobrevive
fuera de las murallas, donde todo es rastro
de tiza y de sangre, y alaridos.
Un evasor más, como nosotros, entra y sale
abrazando pliegos olorosos, su tinta tan fresca
que mancha la piel; pasa sin reconocernos
y se pierde en la planicie, sin mirar atrás.
Ha dejado esa fragancia, señal de que sabe desmarcarse
y aquietarse a la vez.
Un evasor más, a quien dejan regresar
porque sabe guardar silencio y apilar la ceniza.
Leemos sus derrotas en un registro que permanece
intacto, el novicio que sigue escribiendo
como novicio, el tiempo congelado
en el mismo libro que insiste en ofrecer.
Yo intuyo otra derrota más, dejada afuera
por desconocimiento: haber callado
obstinadamente para no contaminar su arte
hecho de palabras ambiguas, y no saber
qué hacer con tanta mudez y tanto ingenio
cifrados por la obediencia.
que alguna espontaneidad sobrevive
fuera de las murallas, donde todo es rastro
de tiza y de sangre, y alaridos.
Un evasor más, como nosotros, entra y sale
abrazando pliegos olorosos, su tinta tan fresca
que mancha la piel; pasa sin reconocernos
y se pierde en la planicie, sin mirar atrás.
Ha dejado esa fragancia, señal de que sabe desmarcarse
y aquietarse a la vez.
Un evasor más, a quien dejan regresar
porque sabe guardar silencio y apilar la ceniza.
Leemos sus derrotas en un registro que permanece
intacto, el novicio que sigue escribiendo
como novicio, el tiempo congelado
en el mismo libro que insiste en ofrecer.
Yo intuyo otra derrota más, dejada afuera
por desconocimiento: haber callado
obstinadamente para no contaminar su arte
hecho de palabras ambiguas, y no saber
qué hacer con tanta mudez y tanto ingenio
cifrados por la obediencia.
© Manuel Sosa
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