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miércoles, 8 de noviembre de 2017

Un poco de odio nunca está de más

Bueno, porque llega el momento en que sólo se respira un aire de seducción, de tanteos conciliadores, de escritura complaciente…
   Abres el periódico y procuran demostrarte que todo se encamina hacia un final apacible, a pesar de los desencuentros y el vocerío. Los articulistas proponen cosas: la fusión de visiones opuestas, el perdonarnos las injurias pasadas, el repliegue total.
   Se nos pide más tacto y tolerancia. Debemos atarnos a la matriz y abrazar a nuestros hermanos postizos, que en definitiva comparten nuestro propio ardor.
   Cada quien se dedica a redactar sus composiciones, de regreso al pupitre escolar, y nos piden quebrar el lápiz rojo, guardarnos los reproches, demostrar cuán apacibles podemos llegar a ser.
   ¿Has visto esas antologías, y esas bitácoras que se copian entre sí, y esas revistas ilustradas con dibujos cervunos?
   No bien cae la noche, y nos arrastra la multitud a la fiesta de turno, donde con seguridad habremos de hacer el papelazo, pues nuestra torpeza sigue sin pulirse. Aún no hemos aprendido a evitar los traspiés, el pisotón y la frase inoportuna. ¿Y qué hacer entonces?
   Si es un libro, ponte a contar el número de citas y dedicatorias. Los tomitos de poesía ya parecen libros de condolencias. Se debaten entre la dulzura y el puntillismo. Las novelas procuran imitar alguna jerga útil; sus diálogos son cortos y tersos, libretos de esa película que pondrá a gozar a todos. Serás la excepción, querrás votar en su contra pero no podrás comunicarlo, por el bien de nuestras Letras.
   Existe un plan secreto para lograr que la lástima o la simpatía suplanten al entendimiento.
   Odiar a los miserables se ha convertido en un problema. Odiarse a sí mismo (como puede ser el caso) es materia de estudio clínico. Si con alguna aberración tropezaras, dale esperanza. Al imbécil, hazle creer que te aventaja en razones.
   Si tropiezas con un mural pintarrajeado, llénate la boca de eufemismos.
   Vuelve la página, sigue de largo, échate una menta en la boca.
   Que se siga acumulando tu odio, a ver qué pasa mañana.

© Manuel Sosa

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