En este preciso
instante, echamos de menos el motivo recurrente que brilla con luz propia en
las buenas y en las malas, el callejón sin salida que a estas alturas no nos
cabe en la cabeza, como un arma de doble filo. Sabemos de buena tinta que dejar
una impronta juega un papel crucial y cobra importancia en toda la extensión de
la palabra. No queremos, sin más ni más, dejar en el tintero el secreto mejor
guardado. Tomar cartas en el asunto y cerrar filas en torno a un amigo
entrañable es ya ponernos entre la espada y la pared. Habría que atenerse a las
consecuencias y pagar justos por pecadores, no cabe duda. Tan es así que de un
tiempo a esta parte la inmensa mayoría nos encontramos enfrascados en coger la
sartén por el mango y luchar a brazo partido contra la aplastante derrota. Para
nadie es un secreto que reverdecer laureles no significa pasarse de listo o
algo por el estilo. Como botón de muestra va el esfuerzo sobrehumano de quien
pone los puntos sobre las íes y mantiene a raya al chivo expiatorio, al enemigo
jurado; en otras palabras: un acto de legítima defensa, no apto para cardíacos.
De una manera u otra, el pan de la enseñanza se hace con harina de otro costal.
¿Qué más da, si al bailar en casa del trompo nos dan gato por liebre y al final
cargamos con el muerto? A fin de cuentas, la manzana de la discordia brilla por
su ausencia desde tiempos inmemoriales. Huelga decir que en un abrir y cerrar
de ojos ponemos manos a la obra y acto seguido nos vamos con nuestra música a
otra parte si fuera menester, sin titubear un instante. ¿Para qué traer a
colación el mundanal ruido como ejemplo a seguir si al cabo hacemos acto de
presencia y vestimos las mejores galas cuando cunde el pánico? Es una verdad
insoslayable a lo largo y ancho del país; es otro ejemplo palpable y latente de
poner a buen recaudo este secreto a voces: el futuro es luminoso y en la recta
final ya podremos ver los cielos abiertos. No nos llamemos a engaño, poner en
tela de juicio las fuentes fidedignas y sembrar la duda por amor al arte no
significa crear falsas expectativas en este momento crucial. Mal que nos pese,
tener la vida pendiente de un hilo y sudar la gota gorda son el marco propicio,
la condición sine qua non antes de
quemar las naves. Llama poderosamente la atención el apoyo incondicional de ese
nutrido grupo que se duerme en los laureles sin ventilar sus asuntos ni
elevarlos a la enésima potencia. De más está decir que abrigamos el propósito
de hacer caso omiso a los caminos trillados. Dentro de lo que cabe, un error
garrafal y el éxito rotundo son a la larga el mismo perro con diferente collar.
Son, por estrecho margen, prueba irrefutable del creerlo todo a pie juntillas y
del pedir peras al olmo, sin que nos importe un bledo la satisfacción del deber
cumplido. Sin lugar a dudas, cosechar éxitos o ser un dechado de virtudes en
última instancia pueden ser el reverso de la moneda. A la postre, sembrar
cizaña a tontas y a locas siempre saca de sus casillas a quien no nos pierde ni
pie ni pisada. Vale la pena trabajar con tesón y ahínco en la acuciosa labor,
con el sudor de nuestra frente, para después dormir a pierna suelta. Mejor que
perder los estribos es hacerse el de la vista gorda y seguir al pie de la letra
esa ardua tarea a nosotros encomendada y así dejar constancia de nuestro diario
quehacer. Resulta de vital importancia puntualizar los detalles de este amplio
abanico de posibilidades, porque llamar las cosas por
su nombre sigue siendo un motivo de orgullo y un
motivo de gran satisfacción, valga la redundancia. Duro y largo ha sido el camino, a ojos vistas; donde hubo humillante
revés tenemos hoy calurosa bienvenida y cerrada ovación; donde hubo temas
escabrosos y rumores infundados, vemos análisis detallado, encomiable labor y
avances significativos a pie de obra. Otro gallo cantaría si luego de anunciar con bombo y platillos la respuesta contundente que
merece cualquier espiral de violencia hiciéramos de tripas corazón y pusiéramos
pies en polvorosa antes de pasar a mejor vida. No es una peregrina idea la que
nos hace creer a pie juntillas el ejemplo imperecedero de quien hace mutis por
el foro y nos sirve en bandeja de plata tantas emotivas imágenes de toda
índole, para luego cargar con la culpa. A ciencia cierta, andar de capa caída
no es bajar la guardia por cuenta del papel preponderante que un meteórico
ascenso propicia. Cuando llueve a cántaros, la llovizna pertinaz toma la
iniciativa y el celoso guardián no logra pegar los ojos, no logra conciliar el
sueño de los justos. El hombre ruega encarecidamente que la catadura moral de
quien no es bien visto sea por fin el golpe de gracia, la gota que colma el
vaso. Tirar la toalla, craso error de quien peina canas y no tiene pelos en la
lengua, equivale a coger el rábano por las hojas y crear óptimas condiciones a toda
costa, sin ton ni son. A pesar de los pesares, hacemos valer nuestra unión
inquebrantable, los ingentes esfuerzos de quienes hacen uso de la palabra y
someten a votación las drásticas medidas, como un enclave privilegiado a flor
de piel. No es hora de andarse por las ramas ni andar con paños tibios, sino de
recabar el apoyo de cada cual, contra viento y marea, a como dé lugar. De
alguna manera, el que más y el que menos ha dado en el clavo si ha estado a
punto de ver con sus propios ojos lo que significa una favorable acogida.
Después de todo, la suerte nos sonríe y nos damos el lujo de sentar cátedra y
meternos en la boca del lobo. Jugarse la vida es dejar por sentado que acometer
esta empresa, hasta las últimas consecuencias, es el cuento de nunca acabar.
El camino es tortuoso, lleno de
vicisitudes; cruentos combates se vislumbran a diestra y siniestra, y no basta
avanzar a pasos agigantados, a galope tendido; no basta llevar a cabo otra
tarea priorizada y cumplir a cabalidad lo que parezca un hueso duro de roer y
así sucesivamente. Antes de darse muchas ínfulas, y por ende, arder en deseos,
se ha de rechazar enérgicamente el dorar la píldora a quien deja mucho que
desear. En cierto sentido, estrechar lazos inquebrantables de buenas a
primeras, como el que no quiere la cosa, es única y exclusivamente un raro
privilegio, sólo comparable al amor a primera vista. Todos hacen hincapié en
los precios módicos, por si las moscas, previendo que su afán de protagonismo
no deje títere con cabeza, de golpe y porrazo, pésele a quien le pese, salga el
sol por donde salga. La suerte está echada.
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