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lunes, 26 de junio de 2017

Una trampa dormida

No aprendas, no aprendas, que el hálito del regreso
es una trampa dormida, ponderando
su ración de estulticia.
Repasa las crónicas, sin sacrificar el recuerdo
por un pedazo de tierra, o un abrazo
que no será el mismo, vencido por el arco del ritual.
La única prodigalidad, si la hubiera, es manifiesta
en runas y melodías que acechan: intocables,
el lujo que correspondería a un recluso.
Si traspasas la puerta, no te reconocerán
porque allí se han instalado la senilidad, la demencia
y el afán museable de un guionista
que te aborrece.
Deja intacta tu memoria, no regreses, no aprendas.

© Manuel Sosa

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