Podríamos imaginar un desfile, como era usanza en
nuestro campamento, siempre atentos al abigarrado almanaque, y ser espectadores
o protagonistas. De lo primero: banderines y sombreros de paja. De lo segundo:
uniforme oliváceo o azul, tratando de no pisar al títere que nos precede.
Títeres guiados por la banda musical, al frente. En la tribuna, dominando el
campo, otra clase histórica que nadie define aún. Ancianos barbados, dos
federadas gordas que enronquecieron la tarde anterior (un acto de repudio),
tres babalawos que compusieron la Letra del Año, campesinos sacados del vivero,
policías en cada ángulo. Muchas guayaberas. El trópico, la parada (esa otra
acepción comunitaria) y de repente el aguacero, raining on our parade, sin
avisar. Justo cuando los vítores comenzaban a sonar auténticos. Aguarnos la
fiesta. Estropearnos la actividad. Algunos resisten, otros agradecen el
dispositivo humectante y su idioma. (Nota del coordinador: evitar los meses de
mayo y septiembre). La cita original: Who told you you're allowed
to rain on my parade? (Bob
Merrill). Los jefes de núcleo escrutan el horizonte lloviznado, sin haber leído
a Lezama, y pasan lista mental. Los jóvenes escapan hacia la avenida, riendo. Natura naturans. Pero el sentido
ideológico puede asimilar algunas zonas del sentido práctico. Y para colmo, God
rains on this parade. Como es el trópico, las fiestas pasadas por agua no
desaniman a la plebe. Quedan el fango, los pobres envoltorios y las consignas.
Unas llaman a seguir el ejemplo de alguien que murió por la causa, otras
elogian la prudencia de quien nunca sufrió un rasguño. La naturaleza suele
estropear cierta espontaneidad política que luego tarda en resurgir, actos de
azar que se atribuyen a Dios, dispersando la manada. ¿Entiendes ahora? Siempre
viene alguien a señalar errores, a tachar adjetivos y a romper los hilos. Tras
el velo sajón podemos ser naturaleza y conjugarnos deliciosamente: no pretendo
llover en tu fiesta, no voy a lloverte el acto. ¿A qué otra nube podrías
reclamarle tantas cosas? Un desfile que se deshizo hace mucho tiempo, y que
nadie recuerda. Así llueve sobre las cosas solemnes, no para interrumpirlas
sino para alargarlas y dejarnos a la intemperie.
© Manuel Sosa
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