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viernes, 28 de julio de 2017

Que trata del reclamo de paternidad que hace Norberto Fuentes sobre la disidencia literaria en Cuba, y su propia relación con el Orden Ornithorhynchus

Yo no soy el único obsesionado con Norberto Fuentes. He leído reseñas donde los autores dan fe de su curiosidad por el sujeto, como si fuera una especie de ornitorrinco literario que amerita la verificación y el escrutinio. Porque es difícil encontrar un hombre de letras cuya esencia sea la suma de todas las cosas que no es. Así, Norberto Fuentes no llega a ser periodista por su excesiva cercanía, capaz de abandonar la cámara y el bolígrafo para limpiarle la metralleta al general o participar en interrogatorios de prisioneros; no es escritor, novelista, cuentista, prosador: sus libros no califican como buena literatura, aunque sirvan de referencia a la filología de la Revolución; no es hombre de acción, pese a haber servido como adlátere de selectos (dulces) guerreros, ya que la pasividad palaciega es una de sus grandes pasiones; es incapaz de escribir un buen memoir porque sus memorias son las de otros; no es intelectual castrista, pues fue desterrado de la Corte hace muchos años, sin posibilidad de readmisión; no es activista contra la dictadura que gobierna en su país, pues su papel se limita al análisis desde ángulos inesperados, como si todavía mantuviera un acceso secreto; no es una figura visible, pero mantiene opiniones que siguen siendo bien pagadas; acopia notas y más notas sobre su propia masculinidad, y a la vez nos agobia con minuciosas descripciones de portañuelas abultadas. Ornithorhynchus anatinus dije, y no dije mal.
   Norberto Fuentes reaparece ahora como uno de los dos padres de la disidencia literaria, según él mismo. El otro es Heberto Padilla. Tal disidencia consiste en un librillo tirado contra la pared por el Crítico en Jefe, y en una memorable puesta en escena, allá por 1971, luego de que Padilla inculpara a varios escritores. Fuentes negó las acusaciones allí mismo, para desentonar en plena actividad o para agregar realismo al Mea Culpa, según se mire o se crea. Con ese expediente, tan flaco como el librillo, cargó durante varios años. Fuentes resulta entonces el único disidente literario del castrismo, ya que la disidencia de Padilla “pertenece a otra experiencia”, en este caso la soviética.
   Está visto que el reto de toda discrepancia sigue siendo el reconocimiento, especialmente en una nación donde el gobierno y sus objetores, por igual, minimizan a quienes pretendan desplazarles. Y si se trata de algo tan discutible como “disidencia literaria”, estaríamos asistiendo a otra manera de pasar por encima de los libros, sin leerlos, para darles crédito cívico y consagrarlos. Yo creía que escribir bien, a pesar de la opresión que pueda ejercer la realidad, era disentir. Muchos escritores creen pertenecer a órdenes exclusivas, a base de doctrina y geografía, sin haber logrado una obra que los justifique. Escriben y contabilizan los poemas, se ufanan de las ventas, pretenden obtener patentes de visibilidad. Yo creo, sinceramente, que el nombre de Norberto Fuentes aparecerá en transcripciones futuras, pero no como miembro exclusivo de ese club que pretende inaugurar, sino como apostilla. ¿Disidencia literaria? Si usted no ve un pleonasmo en esa pretenciosa construcción, mejor siga evocando guerreros y describiendo paquetes testiculares, que llegará lejos.

© Manuel Sosa 

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