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miércoles, 12 de julio de 2017

Teoría de los compartimentos

La reclusión del literato es sólo tal a la hora de concebir su obra, pues escribir es la consecuencia necesaria del hecho de aislarse. Confesiones, actos corporales, llenar páginas: el hombre saca de sí lo que ya no puede contener.
   Pero entonces queda el manifiesto vaporoso, temblando sobre la mesa. Nadie escribe para la pira. Press or pyre, llegada la hora de elegir, la otra personalidad interviene, la que cree saberse vender. En todo escritor duerme un viajante que prefiere negociar con los impresores del bazar.
   Como es usual que falte el sentido práctico, tan caro a los que no trabajan con la escritura, ha de establecerse la premisa básica de supervivencia: dejarse imantar por alguna suerte de mecenazgo, ya sea funcional o ilusivo.
   Por supuesto, entre mecenazgo y lotería, la segunda es alternativa más probable, pero el escritor no cesa en su empeño de ser adoptado, de ser descubierto.
   Mientras, dependerá del círculo que eligió. Se integrará al clan que describa mejor sus intereses. Abjurar quiere decir aquí: muerte filosófica. Tendrá que fundar su tertulia o su círculo de lectura. Tendrá que sobrevivir al absintio, a las rimas cansadas de los otros, al conversador franco y su tanta familiaridad.
   Búsquese en el atlas cubano, dentro y fuera de la isla, algún caso de anacoreta literario. ¿Dónde ubicarlos, si existieran? Allí uno que depende de los syllabi multiculturales, de los académicos que lo manejan como argumento difícil. Carpetas y carpetas por revisar y subastar entre conferencia y conferencia. Un poeta prolífico, cada vez menos incómodo para las tesis que se redactan a toda prisa. Aquí cerca otro cuya demencia senil sigue despertando curiosidad clínica en forma de dossiers y reimpresiones. Un literato en reclusión, sí, pero asediado por hinchas y fotógrafos.
   El escritor cubano codicia una porción de ese ostracismo (la forma más engañosa de simular la unicidad) que justificaría su obra, pero aún no se decide a abandonar la tertulia, la sesión de fotos, el homenaje.
   Si se mirara desde la altura, el mapa parecería cuadriculado, parcelas y más parcelas de iguales áreas y disímiles texturas; y en el abigarramiento de colores habría más de traje circense que de paleta laboriosa.

© Manuel Sosa

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