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viernes, 4 de agosto de 2017

Traducir con propiedad

Me he encontrado este curioso poema en una antología. Me llamó la atención por el tema que trata, la propiedad terrenal (los bienes raíces), algo que tanto se ha discutido en estos días, gracias al colapso económico actual. Pues resulta que al adquirir una propiedad nos hacemos dueños del espacio aéreo y subterráneo (con limitaciones, por supuesto) que le atañen. O sea, que compramos la casa y el haz intangible que se proyecta en ambas direcciones. Todo un negocio, participar del infinito con un título en la mano, mirando la bóveda celeste, y plantados sobre el extremo de un cono que va achicándose hacia el centro de la tierra. ¡Otra buena razón para no alquilar!
   William Empson fue un gran crítico inglés y poeta ocasional. Admirado por su inteligencia y mordacidad, y fustigado por su vida excéntrica (“bufón con licencia”, se llamó a sí mismo), se especializó en Milton, Shakespeare, el drama isabelino y los poetas metafísicos.

FICCIÓN LEGAL, un poema de William Empson (1906-1984)

La ley hace que la corta estacada del hombre apunte al infinito.
Tu bien cercada propiedad mental
no se distingue desde la altura de un apartamento común,
ni los trenes la sobrepasan.

Tus derechos se extienden por debajo y por encima de tu heredad
sin hallar confín; posees terrenos en el cielo y el infierno;
tu porción de superficie y su masa es la misma,
y todo el volumen del cosmos y los astros por igual.

Tus derechos penetran allí donde convergen todos los propietarios,
en el cónclave exclusivo del infierno, al centro de la tierra
(la raíz punzante de tu hacienda reside aún en tal eje);
y sube alto, atravesando galaxias, cual sector creciente.

Pero de nómada sigues; el haz de luz guía que posees
centellea, como el Lucífero, a través del firmamento.
El eje de la tierra cambia; tu oscuro cono central
agita la sombra de un candil, a lo lejos.

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