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viernes, 13 de octubre de 2017

La excepción

Alguna vez imaginé una alcoba y el sopor
de la vigilia
adonde entraría a deshora para aplacar
el llanto de un huésped, hijo o espectro
devuelto a casa,
palabras que irían a reponerle la sensatez
y las pocas fuerzas tras el viaje imprevisto.
Imaginé la confianza, depositada en voz o caricia,
y mi aseveración de que todo es reemplazable.
Lo que has perdido, regresará a ti
bajo el túnico de otra divinidad.
Así habría dicho, sereno y solícito,
el cirio en alto y las sombras danzando en las vigas.
Pero hay días, como hoy, en que el ave del crepúsculo
no se aparta de esa rama, la misma que la lluvia pudre,
como si aguardara mi renuncia,
y me obliga a reconsiderar aquella excepción
que bien conozco, que me ahoga
y no me da reposo, jamás.

En la alcoba imaginaria, el huésped,
hijo o espectro que nos devuelve el mundo,
duerme ahora tranquilo, y no llegará a escuchar
las posibles palabras de consuelo,
ni mi retractación. 

© Manuel Sosa

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